Noé Ortiz
Entiendo la necesidad que tiene el gobierno federal de impulsar las reformas hacendaria, política, educativa y energética: somos un país en el que las decisiones sobre los temas políticos está restringido a un pequeño grupo de personajes, ubicados en las cúpulas partidistas, y que para poder funcionar se apoyan en otro grupo un poco más amplio, los legisladores; y si además entendemos que en este país todo tema de interés público se convierte en tema político, es lógico que el gobierno actual, alterno al panista, necesite urgentemente quitarle presión política a las finanzas públicas, a la educación, PEMEX y las elecciones, a fin de retomar el control de las instituciones que las integran.
Esto es, además, el reflejo de la distancia que hay entre la clase política y una ciudadanía dividida entre unos a los que les gusta la política pero no tienen acceso a ella, y otros que ante las frustraciones, se volvieron apáticos.
Díganme si no es cierto: mientras la vox populi clama por la eliminación de los legisladores plurinominales y por la aplicación de sanciones a funcionarios corruptos, nuestros legisladores nos aprobaron la reelección sin tocar el tema de la revocación de mandato.
Hagamos cuentas: en los últimos 30 años hemos tenido en promedio 160 gobernadores, 24 mil 650 presidentes municipales, 6 mil 400 diputados locales, 5 mil diputados federales y más o menos mil 345 senadores, 35 mil 555 políticos electos.
De estos, ¿cuántos son recordados por haber realizado un trabajo tan extraordinario como para que ameritara reelección?, en cambio, ¿cuántos terminaron su mandato acusados de rateros y corruptos, como para que hayan ameritado ser revocados?, estoy seguro de que el número que puede recordar de los segundos supera por mucho al de los primeros, entonces, ¿por qué la reelección era prioritaria?
Igual pasa hoy con la reforma energética, en el que parece que a quienes tienen el tema en sus manos desconocen que el principal reclamo de la ciudadanía tiene que ver con la corrupción en PEMEX, la discrecionalidad en la asignación de contratos, el desfalco que vive en manos del sindicato y del gobierno federal en turno y el tráfico de influencias que lo desfalca, y no la forma en que se invierte en el petróleo.
Definitivamente, el país de quienes gobiernan es totalmente diferente al país de quienes lo vivimos.