Noé Ortiz
¿Qué sigue después de las elecciones?, es la pregunta que me sigue intrigando y más cuando me entero de los desvaríos con que partidos y políticos están atendiendo el tema, como la escuchada al pasar sobre prohibir la publicación de resultados de encuestas durante las campañas. Absurdo.
Hay dos hechos innegables bajo los cuales debe entenderse la situación electoral: por una parte el descontento generado en un gran sector de la población con el resultado electoral, y yo creo que más achacable a la irresponsabilidad de los candidatos que sin importarles mentir, generan falsas expectativas en sus seguidores, y por la otra la imposibilidad jurídica de ese sector, de demostrar ante un tribunal y de acuerdo a las leyes y reglas vigente, la existencia de un fraude.
Sobre este segundo tema no he encontrado entre los inconformes un solo argumento que señale los errores en el proceso, valoración de pruebas, razonamiento jurídico o integración del procedimiento, en donde quede de manifiesto que la resolución del TEPJF es equivocada, y mucho menos, las propuestas de reformas legales encaminadas a subsanar esto.
Los reclamos se agotan en el señalamiento de venta de conciencia, compra de voluntades y avales de la imposición, claro, sin demostrar tampoco ninguna de estas situaciones. Esto por supuesto no quiere decir que la elección haya sido equitativa, justa y legal; lo único que quiere decir es que los que perdieron fueron incapaces de demostrarlo. Pero no hay propuestas para mejorarlo.
Sobre la inconformidad generada, creo que es el mismo sistema electoral el que, al querer monopolizar la información, absolutizar las acciones y controlar más allá de lo que por naturaleza le corresponde controlar, genera situaciones que terminan interpretándose como inequitativas y disfuncionales, de tal manera que en el proceso siempre será malo el ganador y defraudados los vencidos.
No es culpa de las encuestas, los conflictos post electorales se intensifican en la medida en que los partidos, preocupados por no perder su hegemonía que les garantice el poder necesario para negociar de acuerdo a sus intereses, proponen reformas legales absurdas que terminan rayando en lo fascista.