Noé Ortiz
Es muy fácil estar del lado de los marginados y exigir una responsabilidad para con ese con ese grupo anónimo, impersonal, indefinido, pero que sirve muy bien como declaración inútilmente bonita, en vez de asumir una responsabilidad con quienes sí tienen nombre y apellido, como son quienes fueron abusados sexualmente por el casi beato Marcial Maciel.
Viene al caso el tema, porque en esta visita, el Papa dejó claro que puede más el egoísmo de la estructura eclesiástica, y su inquebrantable vocación a dejar en lo oscurito, en el manejo interno, los temas que, emanando de ellos, lastiman a la sociedad, exhibiendo un pavoroso desprecio por el escrutinio público.
La Iglesia católica no es causante directa del problema de pobreza que vive actualmente nuestro país, y sin embargo Ratzinger encomendó a los obispos a atender el tema para ayudar a resolverlo; la Iglesia no es causante directa del problema de violencia que vivimos en México, y sin embargo Benedicto abordó el tema de una manera especialmente importante y oró porque esta termine; la Iglesia no es responsable de la polarización política que se agudiza en cada proceso electoral provocando desestabilizad social y económica, y sin embargo dedicó un muy especial mensaje de reconciliación.
De lo que sí es responsable la estructura eclesiástica, desde los obispados hasta el Vaticano, es de haber conocido y consentido los actos de abuso sexual contra niños, entre ellos sus hijos, cometidos por Maciel; haberlo protegido para que no fuera expuesto a la justicia, haber hecho valer su peso político para intentar callar el escándalo, sin importar lastimar la dignidad, la reputación y el orgullo de los denunciantes, así como la supervivencia de la empresa de información que inicialmente dio difusión al hecho, e intentar zanjar el asunto enviándolo a un retiro, manera honrosa de premiar a un monstro horrible, y eludir el mayor escándalo de la institución religiosa en el país.
Y de este tema, el Papa no quiso hablar: ni una disculpa por haber quebrantado la confianza de miles de católicos al realizar actos inmorales para salvaguardar la buena de imagen del degenerado; ni un espacio para rectificar el errado camino de la complicidad; ni una entrevista con los denunciantes para mostrar que como Jefe de la Iglesia y representante de Dios en la tierra, es consciente de su obligación de enmendar los errores de quienes, abusando de su investidura y representación, inmiscuyen a la Institución en conflictos que nada tienen que ver con lo religioso, marcando una clara diferencia entre Maciel el violador y lo que pudiera rescatarse de una obra religiosa.
Pero hay que darle un punto a su favor: ¿quién se lo iba a exigir?, para eso se cuidó bien de rodearse por lo más fino y exclusivo, obediente, borreguil, defensor, soldado, irracional, irreflexivo del famoso México, siempre fiel.