Pregúntele a un panista por qué nadie debe votar por el candidato del PRI o del PRD, y en pocos minutos le hará una lista de al menos 20 defectos, tranzas y vicios; pregúntele a un priísta lo mismo sobre los candidatos del PAN y del PRD y obtendrá los mismos resultados; finalmente haga el ejercicio con un seguidor perredista y encontrará la misma respuesta sobre los candidatos del PAN y del PRI. Además, cada uno le explicará a bastedad las razones por las que son mentira las cosas negativas que los otros partidarios dicen del candidato propio.
Ante esta contradicción y evidente planteamiento ilógico, nos quedan tres posibilidades: la primera, que todos mienten. Si fuera esta la respuesta, nos tendríamos que dar cuenta, tristemente, de que a los seguidores de un candidato no les importa mentir respecto de los contrincantes con tal de hacer ganar al suyo. Esto significa que los seguidores de cualquier partido político son mentirosos, deshonestos y capaces de usar el engaño en beneficio propio, lo que descalificaría su intento por llevar a alguien a un puesto de elección natural.
La segunda posibilidad es que uno diga la verdad y dos mientan, situación poco probable, porque los tres seguidores de un candidato hablarán mal por igual de los dos candidatos que no son de su partido, es decir, las acusaciones no parten de dos malos a un bueno, sino de todos contra todos. Si fuera este el caso, bastaría con identificar al partido cuyos seguidores no mienten para saber por quién votar. Pero, insisto, no es el caso.
Como tercera posibilidad, nos queda que todos dicen la verdad, es decir, cada candidato es portador de las tranzas, defectos y vicios que señalan los seguidores de los otros partidos, por lo que ninguno tiene la capacidad para ejercer un puesto de elección popular, al carecer de la principal característica que deben tener: honestidad. Esta tercera posibilidad significaría que cada candidato representa lo peor de nuestra sociedad (dicho en boca de los seguidores de los partidos opositores) y que además, ha cometido la deshonestidad de llevar a los suyos a mentir sobre sí motivándolos a callar los defectos dichos en su contra, con gritos más fuertes de sus partidarios.
Quedaría todavía la lejana cuarta posibilidad de que los candidatos y dirigentes partidistas manipulan a sus simpatizantes, convirtiéndolos en seres que se creen todo lo que les dicen sin razonar y sin ponerlo en tela de juicio, como soldados zombis o muñecos sin voluntad, entrenados para repetir lo que les dicen, sin ton ni son, pero no, estoy seguro de que eso no pasa en nuestra democracia.