Noé Ortiz
Cuando se creó el IFE en 1990 fue con el objetivo de quitar al estado el control de los procesos electorales para que un órgano independiente garantizara la imparcialidad en la contienda, y cuando se creó bajo la visión de un órgano ciudadano, se buscó que este instituto tuviera como principal motor, la defensa de los intereses de la ciudadanía por sobre los del gobierno.
En estos días de puente tuve oportunidad de prestar atención a los spots televisivos del IFE y darme cuenta de cuán lejos está de aquellos principios con los que comenzó. En la mayoría de los mensajes, el IFE establece que la única manera de participar en la democracias es votando por alguno de los candidatos, y que no votar por alguno de ellos es un acto irresponsable.
Pareciera que el instituto trabaja más preocupado por justificar la aplicación de las leyes y normas, (como la imposibilidad de participar como candidato si no es a través del monopolio partidista actual, o la de despojar a los legisladores de su camisa política en cumplimiento del mandato constitucional), que entender los gustos y disgustos de los ciudadanos, e impulsar reformas legales, aún cuando vayan en contra de lo dictado por el Legislativo.
Pareciera que el IFE desconoce que la participación en las elecciones no llega al 50 por ciento del padrón, en promedio, y peor aún, parece que desconoce que el cincuenta y tantos por ciento de mexicanos que no votan, no lo hacen porque viven un desencanto absoluto de sus políticos, candidatos y representantes.
El IFE debería de decirles a esos ciudadanos que también pueden expresarse a través de la anulación del voto, pues al instituto debería preocuparle el encontrar las vías legales para que los ciudadanos participen, y no difundir solamente aquella información que es políticamente correcta y agradable para los partidos políticos.
Si el al padrón electoral le quitamos un 50 por ciento que no participa, y del 50 por ciento restante que sale a votar, le quitamos aproximadamente la mitad de ciudadanos, que corresponden a los votos duros de cada partido, es decir, aquellos que sin importar el candidato, la difusión de ideas o los promocionales oficiales, van a votar siempre por el mismo partido, nos queda que el IFE trabaja solamente para una cuarta parte del padrón de ciudadanos en edad de votar.
Es decir, no trabaja para fomentar la expresión democrática en este país, sino para los poquitos que le hacen el caldo gordo a los candidatos.