Noé Ortiz
La reforma educativa con la que nos sorprendieron al inicio de este ciclo escolar, y de la que hay poca difusión e información, como si quisieran pasarla a escondiditas, me parece uno de esos desatinos encaminados a preparar la presentación de cifras sin resolver el problema.
Y es que entre las propuestas, dicen, encaminadas a abatir la deserción escolar, está la de eliminar la reprobación en primaria, con lo que sin importar el nivel educativo del estudiante, éste podrá seguir avanzando en sus estudios.
Este modelo, dice el secretario de educación José Ángel Córdova, se asemeja más al de países como Finlandia, en donde la deserción escolar es mínima. Triste, porque parece que el secretario no entiende cuál es nuestra situación educativa y en dónde radican nuestros males.
La educación en nuestro país es mala porque no está regida por políticas públicas, sino de acuerdo a las negociaciones que, defendiendo intereses de grupo, realiza en gobierno con los sindicatos de maestros, SNTE y CNTE, quienes se preocupan por mantener cotos de poder, salarios sin trabajar y beneficios económicos exorbitantes.
Es mala porque esta relación en donde se permite un poder desmedido de los sindicatos magisteriales (cosa que no existe en Finlandia), genera conflictos que provocan un constante enfrentamiento entre sindicatos, fracciones sindicales y grupos al interior de las fracciones, lo que impide la aplicación de estándares educativos uniformes y medibles.
Es mala porque este enfrentamiento provoca una parálisis educativa a través de las marchas, plantones y manifestaciones, todas con costo al calendario escolar, que es suspendido y las clases no son repuestas.
Es mala porque el presupuesto que se destina a la educación no lo ejerce el gobierno, sino que se entrega a los sindicatos que, bajo el pretexto de ser sindicatos y por lo tanto ajenos a la fiscalización de recursos, lo destinan de manera discrecional y absurda.
Es mala porque en estas condiciones, en nuestro país, a diferencia de Finlandia, el estudiar la primaria, cursar la secundaria, terminar la prepa y obtener un título universitario, no es garantía de que la persona obtendrá los ingresos y calidad de vida equivalentes al esfuerzo que implica estudiar, y por eso, entre perder el tiempo yendo a escuelas que están en paro, no permiten repartir libros de texto y además en donde los maestros no permiten evaluaciones para detectar problemas, y salirse de la escuela para trabajar y ganar algo de dinero, las familias y los estudiantes optan por esto último.
Ya me imagino en un par de años las cifras triunfalistas en las que el presidente en turno presumirá que en este país se abatió la deserción escolar, sin que eso signifique nada, más que la cifra en sí misma.
Para que las reformas educativas tengan efectos como en Finlandia, pues empecemos por tener maestros, escuelas y autoridades como las de Finlandia.