Ma. Guadalupe Covarrubias, Zamora
“Nuestra misión es mejorar la calidad de vida del amputado y toda la gente con alguna discapacidad compartiendo junto a su familia los logros que puedan alcanzar e integrándolos a la sociedad, pero que no quiera sentarse en una silla de ruedas”, dijo en entrevista exclusiva para EL INDEPENDIENTE el argentino Oscar Héctor Reinoso, deportista amputado de una pierna que recientemente participara, al lado del también discapacitado Francisco Cardoso Linares en la exhibición “Tenis para Todos” en el club La Hacienda de Jacona.
“El juego del tenis da una tremenda sensación de logro y orgullo y proporciona un área donde se puede encajar y tener una actividad que pueden creer que está perdida para ellos”, añadió el bonaerense, a quien en el año 2007 le detectaran un cáncer que derivó en la amputación de su pierna derecha y cambió su vida para siempre; desde entonces planteó una lucha sin tregua contra la enfermedad que aún hoy se mantiene latente en su cuerpo y se convirtió en el primer discapacitado ‘motriz’ que compite en el circuito amateur de tenis.
Oscar Héctor Reinoso relató su tragedia: “un persistente dolor en mi pierna derecha comencé a sentir durante unas vacaciones en Brasil, fue el punto de partida de un diagnóstico tan sorpresivo como inevitable: «tienes un sarcoma sinovial y hay que amputar», oí decir al joven médico de guardia que previamente le había ordenado una tomografía de urgencia.
A partir de ese momento ya nada fue igual en la vida de Oscar, quien alguna vez integró la selección argentina de taekwondo: «fueron momentos muy difíciles. Viajé a Estados Unidos, Cuba e Israel con la esperanza de tener una alternativa pero en todos esos lugares me dijeron que la única solución era amputar la pierna. No fue fácil tomar la decisión, pero lo tuve que hacer porque corría riesgo de morirme», destacó Reinoso en entrevista con este matutino.
Recuerda que los primeros tiempos fueron muy difíciles, “la primera vez que me vio sin la pierna mi profesor de tenis en Vélez, Fernando Rilo. Su cara se transformó tanto al verme que me hizo ver que nunca volvería a ser el mismo. Caí en una depresión muy profunda y tuve momentos de histeria», asegura.
Relata que vivía en una cabaña que está cerca de la vía, que le pasó entre 15 y 20 veces la idea de aventársele al tren, “porque además de lo que yo sufría veía que le había complicado la vida a mi familia. Pero también pensaba: ¿Y si quedo peor? ¿Y si sobrevivo y encima me terminan cortando la pierna o los brazos?»
Superados los primeros tiempos más arduos, que incluyeron siete meses bajo tratamiento psicológico, Oscar Reinoso comenta que empezó a familiarizar con su pierna ortopédica y a descubrir nuevas habilidades que alentaron la posibilidad de retomar su vínculo con el deporte.
«Primero empecé a relacionarme con otras personas que padecían cáncer y comprendí que ellos eran mis pares. Luego empecé a ir a un centro nacional de rehabilitación y ahí conocí a otros discapacitados y me di cuenta que había peores cosas, volví a tener contacto con el deporte ya que empecé a nadar y ese fue el comienzo de mi retorno a la vida. Desde ese momento no paré más. Me contacté con los que juegan al tenis en silla de ruedas pero rápidamente me di cuenta de que yo quería más», relató.
«Un día, sin contarle a nadie, agarré la raqueta y me fui a jugar a un frontón cercano. La emoción fue tan grande que inmediatamente lo llamé a mi profesor de Vélez y le dije que quería volver a tomar clases», citó.
De esa forma comenzó el derrotero que al principio lo acercó al tenis desde un punto de vista recreativo y que con el tiempo lo llevó a luchar por volver a la competencia: «empecé de a poco y al principio fue difícil pero con el transcurrir del tiempo fui incorporando cada vez más movilidad hasta que un día decidí trabajar también con un preparador físico, para recorrer varios países de Oceanía, como Nueva Zelanda, de América: México y América del Sur, Bolivia, Brasil, Chile».
Oscar Héctor Reinoso, actualmente con 51 años de edad está amputado sobre rodilla, lo que quiere decir que su cuerpo tiene que inventar el movimiento de la rodilla derecha porque no la tiene.