José Guerra, Sahuayo
Con una mezcla de fervor religioso y ánimo de carnaval, las festividades en honor a Santiago Apóstol en la ciudad de Sahuayo concluyó el primer de los dos novenarios de que se compone esta fiesta.
Este festejo cobra colorido y sonido merced a los danzantes Tlahualiles que recorren las calles custodiando el andar de la imagen del santo jinete que representa Santiago Apóstol venerado en esta ciudad como Santiago Matamoros cuya imagen, se dice, arribó a esta región entre 1530 y 1550.
De acuerdo a la tradición oral y a algunos trabajos bibliográficos realizados por historiadores locales, en las fechas entre 1530 y 1550 unos arrieros dejaron encargada la imagen del apóstol en el barrio del Pedregal con la promesa de regresar por ella lo que nunca ocurrió.
Ya para 1631 y ante la devoción mostrada por los lugareños a la imagen de Santiago Matamoros el entonces Obispo de Michoacán Fray Francisco de Rivera y Pareja da a la población de Corayazanguaran el nombre de Santiago Tzaguaio y para el 17 de marzo de 1717 se funda en esta ciudad la primera parroquia al santo tutelar.
En lo que hace a la fiesta ésta se compone de elementos básicos como la imagen del Apóstol Santiago, los Tlahualiles, las Mulitas, los Moros y los Caballeros de Santiago; es destacar que al ser la fiesta patronal de este municipio se realizan en este lugar dos novenarios en honor a Santiago Apóstol, uno del 16 al 25 de julio y otro que termina el 4 de agosto con recorridos diarios de la imagen acompañada de casi la totalidad de la población y en el que cada uno de los elementos que le acompañan guarda un simbolismo.
De hecho la imagen misma del Apóstol no es la de Santiago vestido con túnicas y de pie como en muchas iglesias de esta región, la imagen evoca pues la leyenda española de la batalla del Clavijero en el año 844 entre el Rey cristiano Ramiro I y el Emir Cordobés Abed Al-Rahman II en la que, se dice, vencieron los cristianos merced a la intervención del Apóstol Santiago que: “Apareció entre los combatientes en un caballo blanco con un escudo resplandeciente y una espada flamígera haciendo que los moros huyeran”.
La fiesta se llena de colorido con la presencia de los Tlahualiles, guerreros vestidos con trajes a los que se añaden carrutos de metal que al caminar producen un sonido estridente acompañado del chocar de los machetes y maderos en la simulación de La Matanza, una evocación de la Batalla del Clavijero; el guerrero Sahuayense utiliza además una máscara que en muchas ocasiones excede el tamaño del cuerpo mismo del danzante y la que, a petición de los espectadores, gira de manera continua hasta casi rozar el piso.
La imagen es cargada en andas por la orden de los Caballeros de Santiago, una orden fundada en 1986, hombres que adquieren la consigna de proteger la integridad de la imagen durante los recorridos que esta realiza en los barrios y calles de esta ciudad.
El Tlahualil como elemento turístico
Si bien, desde el arranque de estas festividades se señaló su carácter religioso, para el turista común el elemento más representativo de esta festividad es el Guerrero Vencido o Tlahualil cuya vestimenta llena de sonidos y de color las calles de esta ciudad que las más de las veces se ve abarrotada de hombres y mujeres que escuchan a la lejanía los sonidos de los garrotes y las espada en sorda lucha y los guerreros con sus enormes máscaras haciendo volteretas que llenan las calles de aires encontrados.
Las campanas de los templos repican, los guerreros descansan, posan su máscara en el suelo para beber el ponche, jugo de granadas aderezado con frutas y alcohol, bebida que les fortifica para seguir caminando horas y horas entre lluvia de confeti y de perfumes que algunas mujeres derraman al paso de la sagrada imagen.
Otros elementos
Para esta festividad, además de Santiago Apóstol (Matamoros) y los Tlahualiles se requieren también de elementos indispensables como los achones (fogatas) que rememoran el camino al Campo de Estrellas (Compostela) y la tradicional bebida de jugo de granada, de la cual, cada familia experimenta y guarda celosamente su propia receta.