José Guerra, Jiquilpan
Como cada año la Danza de los Negros realizó el inicio de los festejos de fin de año de la comunidad indígena de Jiquilpan.
Cada 24 de diciembre docenas de hombres ataviados con máscaras de palo adornadas con pieles de oveja y flores de Nochebuena esperan a las puertas del panteón municipal la salida de la imagen del Niño Dios, el Niño de la Cofradía para acompañarlo en un recorrido por las calles y barrios de la ciudad que dura hasta el dos de febrero.
La comitiva encabezada por integrantes de la comunidad indígena es recibida por las familias que durante el mes de junio previo solicitaron a la comunidad que resguarda la imagen la visita en sus hogares en la mayoría de los casos para pagar una manda por los favores recibidos o para solicitar algún milagro.
Las familias que resultan agraciadas con estas visitas tienen la obligación de alimentar y dar de beber a los integrantes de esta danza así como a la gente que se da cita desde diversos barrios lo que en ocasiones significa casi un millar de personas, la celebración debe iniciar desde la noche previa a la fecha autorizada en la que los integrantes de la familia deben velar la imagen con música, la mañana siguiente inicia con cohetes para anunciar a Los Negros el lugar dónde está de visita la imagen, a media tarde comienzan a llegar los integrantes de esta danza quienes con el rostro cubierto con la máscara sobrepuesta se acercan a la enramada que se construye al exterior del hogar en donde los familiares han hecho el altar de esta imagen ante la cual el danzante se arrodilla y reza antes de entrar a la casa visitada para terminar de colocarse la vestimenta.
La comitiva de Negros es encabezada por La Cuerita, una especie de Capitán que es el primero que llega a la casa visitada, se arrodilla ante la imagen del Niño Dios, reza y coloca tres toritos de madera que serán utilizados el resto de la noche en las danzas que son acompañadas de manera invariable por sones jaliscienses y pasodobles españoles.
La danza que no tiene una coreografía establecida sí tiene movimientos muy marcados entre los que se encuentra la cucada (provocación) que hacen los danzantes vestidos de Negros para que, emulando un burel, La Cuerita trate de embestirlos..
Ya entrada la noche las mujeres de la familia que fue visitada cargan en andas la imagen y acompañadas de los danzantes recorren entre música y cohetes los templos de la ciudad hasta entregar la imagen en la siguiente casa donde se ha hecho ya la enramada para recibir y velar la sagrada imagen que es obsequiada por los familiares con vestidos y joyas preferentemente de oro.
Si bien la Danza de los Negros es un ritual que se asocia de manera natural al culto católico, para algunos historiadores como Álvaro Ochoa, investigador del Colegio de Michoacán, el negro, mulato o morisco, libre o esclavo, casi siempre más “alto, fuerte y vigoroso que el indio, pronto se hizo obedecer y temer por éste, condición que lo convirtió en “instrumento utilísimo” para manejar a los indios en casas, obrajes y haciendas como se refleja todavía en algunas danzas.
“Esto, la danza, esto es una representación de la comunidad indígena de Jiquilpan, respecto a los negros de la hacienda de Guaracha (Tenencia de Emiliano Zapata en el municipio de Villamar) de cómo los negros trataban a los pueblos indios de los alrededores”.
El investigador señala que la Danza de Los Negros es también una metáfora de cómo el ganado de la hacienda de Guaracha destrozaba las sementeras de los pueblos cercanos a esta hacienda.
Es de destacar que a finales del Siglo XVI y mediados del XVII la introducción de negros al antiguo reino de Michoacán comenzó a incrementarse en la medida en que se intensificaba el cultivo de la caña de azúcar, aumentaban las plantaciones de añil y se establecían más estancias ganaderas, eran hombres traídos en su mayoría de El Congo, Angola y Cabo Verde en calidad de esclavos
De acuerdo a Ochoa Serrano, para 1660 la hacienda de Guaracha contaba con una población esclava numerosa para el servicio de 14 de las 22 casas en la hacienda y la mayor parte de los esclavos se ocupaba en la casa principal.
“Mientras los hacendados, mayordomos y caporales se echaban ‘con alguna frecuencia en posesión de los terrenos’, los esclavos de San Juan Guaracha los perturbaban (a los pueblos indios) con mucha mayor frecuencia en la posesión de sus mujeres” .
Actualmente la danza es diferente a lo que fuera en su origen de acuerdo al investigador este es un fenómeno normal ya que cada generación da a esta danza su enfoque muy particular: “De niño, cuando regresamos a Jiquilpan, me tocó ver la danza cuando los negros chicoteaban y cuando La Cuerita (danzante principal) agarraba parejo, no sólo a los de la danza de los negros sino a la gente; esto fue más o menos en 1950; pero los señores grandes, que me llegaron a platicar que antes era peor, eran más terribles los negros”.
La danza de Los Negros está integrada por varones, de la comunidad indígena de Jiquilpan quienes para danzar pagan una aportación económica; en esta danza, salvo el permiso de los integrantes de la Cofradía del Niño Dios, no está permitida la intervención de las mujeres.
Los hombres portan máscaras hechas de madera de árbol de huaje o de palma y visten ropa con botonadura charra; la máscara lleva un tocado llamado montera hecho de cuero de borrego o becerro que es cosida a la máscara de madera y adornada con flores de pascua, que acá se llama Nochebuena.
Los festejos de esta danza en Jiquilpan, a diferencia de la que se da en la comunidad indígena de Totolán, inician el 24 de diciembre con la visita y danza a todas las iglesias, templos y parroquias del municipio y durante un mes y medio danzan en casas de la localidad donde existen mandas.
Los festejos concluyen el 2 de febrero con la fiesta de la candelaria que se venera en una pequeña capilla en el centro de la población.