Lucía Mora
Siempre que ocurren tragedias en el mundo, que escucho sobre injusticia, impunidad, violencia, dolor, por mencionar algunas de las tragedias humanas, me pregunto ¿qué se pudo haber hecho para prevenirlo o evitarlo? y ¿por qué no lo estamos haciendo en este momento? Al principio, yo culpaba por completo a la desigualdad, pensaba que si no hubiera desigualdad el mundo sería un lugar más próspero y pacífico. Y aunque lo anterior es cierto, ahora creo que el problema va más a fondo, creo que es necesario mejorar las condiciones de la educación en el mundo y nuestro país para poder así generar un cambio significativo en la situación en la que nos encontramos.
Uno de los problemas clave de México reside en el hecho de que la educación se ha convertido en un claro exponente y muestra de la desigualdad que se vive en el país. Actualmente el sistema de educación en México es precario, tiene muchas fallas, desde sus directivos hasta sus docentes y sus métodos. Indudablemente, México tiene un desarrollo en la educación atrasado y al mismo tiempo desigual. Repasando el informe del 2016 del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), se demuestra esta realidad ya que a pesar de que la educación es un mandato constitucional, los datos nacionales revelan que existe un resultado desigual ntre las entidades para asegurar la asistencia universal de los niños y jóvenes a las escuelas, muestran que aunque la tasa de asistencia a la escuela de los niños de 6 a 11 años está muy próxima a la universalización (98%) los valores van en orden decreciente, y le siguen los jóvenes de 12 a 14 años (93.3%), la de los de 15 a 17 años (73.2%) y, por último, la de los niños más pequeños de 3 a 5 años (63%). Al mismo tiempo, es evidente la desigualdad de escolaridad entre entidades, al Chiapas tener un grado de escolaridad con un valor promedio de 7.3 para la población de 15 años y más, mientras que la Ciudad de México tiene 11.3. Otro dato importante a recalcar dentro del informe es la clara asociación entre pobreza del entorno y pobreza de la oferta de educación, pues en las comunidades más marginadas están las escuelas menos dotadas en todos los sentidos. Esto, consecuentemente, produce desigualdad en los resultados educativos y en las oportunidades de aprendizaje.
El 60% de los menores en el país sufren de pobreza, maltrato y exclusión; también llegan a ser víctimas de la delincuencia o migración forzada. Entre menores son los recursos de las familias, menor es el logro educativo de sus hijos. Con este contexto, ¿cómo es que los niños serán capaces de formar su propia opinión sobre el mundo en el que viven sin ayuda de una buena educación? o ¿cómo sabrán buscar mejores condiciones de vida sin el acompañamiento de una buena educación?
Es cierto que el presidente Enrique Peña Nieto puso en marcha la reforma educativa, la cual establece evaluaciones obligatorias para maestros con el fin conocer sus fortalezas y áreas de oportunidad. Pero, esta reforma representa esencialmente una amenaza para los maestros, ya que establece que al reprobar tres veces esta evaluación el docente perdería su plaza, es decir su trabajo y su principal fuente de ingreso. El problema trascendental de esta reforma es que no está atacando el punto clave del asunto. Para cambiar el sistema de educación en México y lograr tener resultados positivos es preciso otorgar las herramientas y oportunidades que hacen falta a tanto los maestros como a los estudiantes. El enfoque debería cambiar no a los maestros, sino a la formación educativa en general, a la capacitación de los maestros y a una mejor inversión del presupuesto. Imponiendo el cambio a través de una amenaza no es la solución, abramos el diálogo y escuchemos a los involucrados para poder entender la situación y su contexto y con esto, mejorarla.
Es necesario revolucionar la educación en México, escuchemos sobre todos los métodos de educación alternativa que existen y no le neguemos una oportunidad a algo que potencialmente ayudará a los mexicanos y a México. Aprendamos y escuchemos a Rigoberta Menchú, quien sostiene que la educación no puede ser para robotizar a las personas y aboca por la necesidad que la educación tiene de responder a los contextos propios de los países. Escuchemos también a María Bertely, antropóloga social mexicana quien subraya la importancia de recuperar las dimensiones culturales y sociales dentro de la labor educativa.
Debemos apostarle a la educación, ya que un mejor futuro necesita una base de visiones informadas e innovadoras. No le tengamos miedo al cambio, México necesita urgentemente una nueva reforma educativa, una que tome en cuenta el verdadero contexto y que ataque los problemas clave de la situación, para así poder tener el México que queremos ver.
**Lucía Mora. Estudiante de Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey Campus GDL.