–«No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha». Extraída del evangelio de San Mateo, capítulo 6, versículo 3.
Redacción
Un años más y no ha habido autoridad municipal que regule las peregrinaciones al Santuario de Guadalupe, y es fácil saber su negativa de no hacerlo, miedo, así es, miedo a perder votos o de ser tachados de poco católicos, y que esto, los lleve a ser impopulares y en una próxima contienda electoral se vea reflejado en lo mismo, perder votos.
Ayer que iniciaron dichas peregrinaciones, se ve en los participantes, “su profunda veneración religiosa”, la cual es tan poderosa que brota por todos los poros de su piel, la cual, necesitan forzosamente manifestarla a toda una ciudad, y así, dejar expuesto su amor a la morena del Tepeyac.
Debajo de ese fanatismo se puede ver claramente una arrogancia que grita a todo pulmón, “esta es mi fe y te chingas, te guste o no”.
Y sí, te chigas, porque a los ojos de quien ven las peregrinaciones como un acto puro de fe y una necesidad imperante de demostrarla, cualquier razonamiento que puedas tener con alguno de ellos será una ofensa a su derecho de manifestación y al famoso dicho, “no pasa nada, solo son unos días”.
Y uno diría, ¿quién ha dicho que se prohíban las manifestaciones religiosas? Solo se pide coexistir: Existir al mismo tiempo que otra, sin anularse la una a la otra. Las avenidas y el derecho de transitarlas son de todos y allí es donde existe la razón y el civismo para crear reglas que no afecte a terceros.
Pero, por qué digo que las peregrinaciones son solo una marchas de presunción religiosa, pues porque los “marchantes” buscan que los vean, sentirse notados, son aficionados a exhibirse, de lo contrario, por qué no utilizan ese escenario inmenso para demostrar su fe: EL ATRIO DEL SANTUARIO, donde puedan manifestar su amor guadalupano las 24 horas y no afectar a terceros.
Por qué ser católico está por encima de un estado laico: que es independiente de toda confesión religiosa.
Cuando una ambulancia no pueda llegar a un hospital o su llegada sea demasiado tarde, y se pierda la vida de alguien, entonces, ¿ese fervor guadalupano servirá como aceite espeso donde se resbale ese sentimiento de culpa?
Que los tambores no dejen de sonar y que los cohetes exploten cada vez más fuertes, para que la razón quede sorda.
Es mi fe, y te chingas
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