“Periodistas”.
José Luis Ceja Guerra.
Infortunadamente la utilización de las redes sociales más con un enfoque informativo que como una actividad lúdica poco ha ayudado en los procesos de la real comunicación y es que el tema de la información no es simplemente tenerla y pasarla a cuantos más sea posible.
Durante los hechos ocurridos durante la semana pasada en el municipio de Sahuayo fueron las redes sociales las que detonaron la sicosis a dar a diestra y siniestra lugares y actores de presuntos enfrentamientos lo que solamente generó una ola de miedo en la ciudadanía.
Evidentemente no se trata este texto de un ataque a la libertad de expresión pero sí de un llamado a la mesura de los usuarios de las redes sociales sobre todo en temas tan delicados; no es posible que el grado de irresponsabilidad llegue a estos extremos.
Sin embargo no todo es culpa de los usuarios de las redes sociales en esto del mal manejo de la información y desgraciadamente la evidencia que tenemos indica que integrantes de las corporaciones policiacas de esta región están ejerciendo un comercio inmoral que debiera estar tipificado como un delito.
En el caso de las dos menores encontradas en las cercanías de la Universidad de la Ciénega no se permitió el acceso a ningún medio de comunicación o familiares y amigos de las pequeñas fallecidas; incluso el lugar fue custodiado por el Ejército Mexicano y las corporaciones de policía de Sahuayo y Jiquilpan; la pregunta es cómo un periódico local a través de su página web muestra la fotografía de las dos niñas colgadas del árbol en que se quitaron la vida y la lógica establece que si nadie ajeno a los cuerpos policiacos tuvo acceso a la escena del suicidio, la foto la tomaron los elementos ya sea de la policía local o de la Procuraduría de Justicia.
Y podrán argumentar que lo hicieron como parte del protocolo de la investigación, si fue así tendríamos que preguntarnos si no hay implicaciones legales por dar a conocer a través de los medios una parte de la investigación que se desarrollaba en esos momentos.
Pero el tema va más allá de las monedas que, posiblemente, quedaron en las manos de los policías o agentes del Ministerio Público a cambio de las fotos de las niñas el tema es la calidad moral de estos servidores públicos y de los comunicadores que basan la popularidad de sus medios en la cantidad de sangre que puede exprimirse de sus páginas.
Es lamentable que un buen teléfono celular con una buena conexión a internet conviertan a cualquiera en periodista y pululen en la red “sitios, páginas y perfiles informativos” que operan sin el control de una mesa de redacción, corrección de estilo y se curen en salud con la leyenda absurda de que lo que van a publicar les llega de una fuente anónima pero confiable.
Lo lamentable es que el ejercicio informativo ha caído seriamente en un descrédito y por una mala praxis de quienes la ejercen sino por aquellos que desde una red social, sin trabajo de investigación y en sus ratos libres juegan a ser “periodistas” y ponen en verdadero riesgo a quienes sí ejercen con pleno derecho la actividad.
Al menos en quienes hacemos esto como oficio tenemos sentido de la responsabilidad que tienen las cosas que escribimos y decimos y lo hacemos en el entendido de que todo va respaldado con nuestra firma.