-Contingencia representa para esta niña una oportunidad para venir a Zamora a ganar unos cuantos pesos
Elena Rojas, Zamora
Carmelita Pérez Pérez tiene 10 años de edad, está consciente que el trabajo infantil representa un gran riesgo y más aún cuando se trata de realizarlo en un crucero en estos tiempos de pandemia, cargando en sus hombros a su pequeño hermano de 5 años quien hace malabares, mientras el semáforo en la esquina de Juárez y Madero de esta ciudad cambia de color.
De manera inocente, sostuvo que sabe se exponen no sólo al coronavirus, también a accidentes de tránsito, a la indiferencia social, al acoso de algún peatón o automovilista, al cáncer de piel por exceso de radiación solar. Sin embargo, puntualizó, no les queda de otra: más que “chambear”, sabe que no es favorable el trabajo a temprana edad, pero su precariedad económica la obliga a ello.
Situación a la que se enfrentan miles de niños en el país en estado de orfandad, abandono o por los bajos salarios que perciben sus padres, por lo que el trabajo infantil prácticamente se vuelve “un mal necesario”, ante el rezago social y la falta de oportunidades. Al conmemorarse ayer el dia internacional contra la esclavitud infantil, admitió que la contingencia representa para ellos una oportunidad para venir a Zamora a ganar unos cuantos pesos.
Relató que desde el pasado mes de marzo, junto con su hermana de 18 años que también se gana la vida en las calles, pero que ya tiene tiempo de residencia en esta ciudad, dejaron su ciudad natal, en Chiapas, para venir a trabajar a esta localidad, en tanto se levanta la contingencia y se reanudan las clases, toda vez que en su entidad afortunadamente si estudia, “no obstante, cada que hay vacaciones mis papás nos mandan a trabajar porque ellos ganan muy poco en el campo. Y ahora nuestras vacaciones de Semana Santa se extendieron en esta localidad por el famoso virus, por lo que regresaremos en mayo a nuestra tierra”.
Dijo que ella y su hermanito diariamente perciben de 150 a 200 pesos, recurso que van guardando para pagar el agua, la luz, la comida y la renta del cuarto de la casa de huéspedes donde actualmente habitan, ubicado en Acanto II.
Finalmente comentó que afortunadamente ningún automovilista les ha faltado al respeto, pero sí, una vecina de cuarto “se burla de mi apariencia, de mi trabajo, me discrimina, pero yo trato de ignorarla”, dijo la niña con cierta nostalgia en el rostro. Y en contraste, por cada moneda que ella recibe, dice que da las gracias con una sonrisa al automovilista.