Arturo CEJA ARELLANO
La mañana de ayer, 28 de diciembre, marcado en la recta final del calendario correspondiente al año del 2015 como “El Día de los Santos Inocentes”, cuando se acostumbra publicar una noticia “en broma”, a veces su crueldad supera todas las expectativas, yéndonos a situaciones increíblemente fuera de toda realidad, me desperté con la novedad de que había fallecido don Alfredo Pérez Patiño, a quien conocí en la Secundaria “José Palomares Quiroz”, el controversial hombre de política, surgido entre los surcos, hasta llegar a ser diputado local por el Distrito de Zamora.
Fue figura indiscutible del priismo zamorense, de donde salió para “hacer ganar y hacer perder” a políticos que llevó al trono municipal y a otros los alejó de esa distinción. Partía diferencias, pues gozaba de poder de convocatoria.
Bueno, cuando temprano me marcó al celular Octavio Vega Gómez, creí que era una broma, como él también lo creía en ese momento, principalmente porque Alfredo se distinguió siempre “por matar a propios y a extraños” en éste día.
Y en gran parte de sus bromas se le creyó, porque lo decía de una forma seria y hasta con cierto pesar reflejado en su rostro. Yo fui uno de sus muertitos, como lo fue Toño “el bolero”, su primo Alfonso Pérez Ayala, el mismo Octavio, entre otros muchos personajes de ésta región.
Le gustaba festejarse, se codeaba con la crema y nata de la política en sus tres niveles (federal, estatal y local). No se sabía nunca, hasta llegado el momento, con qué partido político participaría, a quién apoyaría con su gente y a quién le voltearía la espalda para hacerlo perder. Eso era inminente.
Al perder su fuerza en el partido tricolor, se convirtió en su más acérrimo y temible rival, razón por la que fue perseguido por panistas y perredistas, por los del PT y hasta por El Peje, para que fuera parte de ellos.
Y se daba el lujo de indicar: “Hay que esperar para ver con quién nos vamos a ir”; sin perder su esperanza de ser llamado por su partido del alma: “El PRI”, cosa que ya no ocurrió. Por eso los vaivenes de la política en Zamora, combinándose y compartiéndose el municipio entre panistas y priistas.
En ésta ocasión, ante el triunfo tricolor, no fue porque el PRI se lo pidiera, sino que lo hizo ganar, pero apostándole al panismo mismo, al que se le volteó al candidato blanquiazul.
Alfredo Pérez Patiño, el popular y carismático “gordo”, se dio el lujo de partir diferencias dando paso a la creación de un periódico, de esos que se aparecen de manera fuerte y contundente en tiempos electoreros, con el que también rajó tablas y partió madres, marcando desde esa trinchera las diferencias.
“¿Hay mamá, quién te pegó?”, decía mientras le tomaban el pulso, es el eco que ahora se pasea entre los rincones del Café Galerías, donde acostumbraba almorzar durante muchas mañanas. Allí era su oficina, pues atendía a todos los que lo buscaban. “El nalgómetro de su alma” ya no será tal, porque ahora vuela airoso y victorioso, hacia los terrenos celestiales, donde seguramente también la armará en grande.
Descansa en paz, amigo Alfredo.