José Guerra, Sahuayo
La figura menuda, el paño rojo cubriendo su cabello y el acento a Madre Patria esconden en Felicidad Serrano el alma de una mujer que ha sacrificado todo por sumarse a la vida errante de los rescatistas internacionales y convivir de frente con el dolor, la muerte y la destrucción.
Felicidad Serrano es española y es parte de los extranjeros que se han unido a la Brigada Internacional de Rescate Tlatelolco Azteca (BIRTA) conocida comúnmente como Los Topos Mexicanos lo que la ha llevado en misiones de rescate a Japón, Haití, lugares en los que el sacrificio de los rescatistas va más allá del riesgo propio de los desastres, les ha orillado a pasar hambre, sed, frío y tener todavía el compromiso de ser la única luz para las víctimas en medio del caos y la muerte.
“Un ser humano es valioso en la medida en que ayuda a los demás, y en el grupo de Los Topos, es un grupo que lo lleva al extremo, damos hasta la vida si hace falta por ayudar a los demás”.
Casi al filo de los cincuenta años, madre de tres hijos, Felicidad señala tajante que al momento de ayudar desaparecen los géneros, da igual si se es hombre o mujer y lo mismo da el país, la ciudad, el color y el credo de la gente a la que se intenta ayudar.
Vestida con su overol naranja lleno de tierra y lodo, la mujer hace una pausa en el entrenamiento para relatar parte de sus vivencias, sus sacrificios y las noches en que ha llorado ante la magnitud de los desastres en los que ha luchado a brazo partido por rescatar vidas.
“Cuando uno está ayudando y viene una familia, como nos pasó en Japón, y viene una familia y te piden que por favor les ayudes a encontrar el cadáver de su padre, te das cuenta de que estás ahí para ayudar a esas personas, ya no existes tú, tú no eres importantes y sólo existes para ayudar”.
En ese momento, dice, el rescatista se torna solamente en un elemento puesto en ese espacio temporal para prestar ayuda.
Entre la adrenalina de este tipo de desastres, tras las batallas, ganadas y perdidas para arrancar de la muerte a la gente, Felicidad habla de lo que más duele: “Te duele cuando alguien te pide por ejemplo que encuentres al papá y no encuentras siquiera el cadáver y tienes que ir y le das una fotografía o algo que utilizó el señor porque es lo único que has encontrado de esa víctima y se lo das a esa familia y ves su cara”.
Es entonces, afirma, cuando el dolor de los supervivientes se convierte también en el dolor de los rescatistas pero hay que guardarlo para seguir ayudando, el llanto y los gritos del rescatista se guardan para los pocos espacios de soledad que se tienen en eventos de este tipo.
“A veces lloramos con las mismas víctimas o cuando tienes un momento a solas o cuando vuelves a tu casa o en el campamento nos hablamos, compartimos nuestras experiencias, demostramos nuestro dolor”.
Los ojos de Felicidad Serrano se llenan de lágrimas que no se derraman, toma aire y se pone los lentes oscuros que forman parte de su uniforme, busca en su ropa bajo el overol la caja de cigarrillos americanos mentolados, toma uno y realiza una nueva búsqueda ahora por el filtro, enciende el tabaco y habla del compromiso que representa estar en una organización internacional de este tipo.
Desde hace años reside en la ciudad de Florida en Estados Unidos donde es coordinadora de BIRTA, a veces, dice, cerca de las 9.30 de la noche cuando el menor de los hijos se ha dormido Felicidad debe renunciar a la tentación de ponerse la pijama, ver televisión o simplemente platicar con su marido; en cambio busca su ropa deportiva y se va al gimnasio que “le pilla” a diez minutos de distancia para someterse a dos horas de entrenamiento con levantamiento de pesas, escaladora y caminadora.
“Es pesado, soy fumadora y a veces me falta el aliento, pero cuando siento el peso de la barra de pesas en mi hombro imagino que es una camilla y que en ella cargo a alguien para salvarle la vida y me obligo a no desfallecer”.
Felicidad forma parte del equipo de instructores de Topos Mexicanos que constantemente recorren países y ciudades brindando capacitación a los cuerpos de rescate locales y reclutando también elementos para integrarlos en misiones de rescate de esta organización que naciera en la ciudad de México a raíz del terremoto de 1985.
Pese a que hace más de 16 años que dejó su país natal, el acento español es muy marcado todavía, es a propósito, dice, para no olvidar las raíces de su tierra.
La vida sigue y mientras la ira de la naturaleza no la requiera, Felicidad se reintegra con el grupo de rescatistas de varios estados del centro y occidente de la República que esperan por su instructora, la mujer que de manera clara explica las técnicas para preservar la vida de los demás aún a riesgo de la propia y sobre todo cómo entender que en ocasiones aún a pesar del esfuerzo realizado, la naturaleza es una fuerza incontrolable que cobra vidas pero que es incapaz todavía de quebrantar la fe.