Ricardo Valencia Vega
Hoy estamos lejos de celebrar una victoria parecida a aquella, cuando en el 2000 Vicente Fox llegó a la presidencia rodeado de buenas expectativas, de esperanza de cambio y de por fin sentir que México tendría un líder fuerte, honesto y capaz, aunque al final fueron 6 años tan absurdos como el mismo Fox.
Sí, ganó Peña Nieto, pero ¿por qué no hay esa algarabía ciudadana?, fuera de la partidista, no se ve un sentimiento parecido al de hace 12 años, cuando parecía que habíamos hecho algo nuevo y útil con nuestro voto, no sólo para nosotros sino para las próximas generaciones.
Creo que a diferencia de aquella ocasión, en que se votó por el cambio, por la alternancia, ahora se votó por el menos peor, y si ese es el caso, entonces nuestra democracia está hecha para elegir de entre lo que hay, y no por lo que sería mejor.
Regresa el PRI sin necesidad de haber cambiando de fondo, y sólo presentando un figura presidenciable atractiva para una población que estaba harta de un gobierno panistas que sólo necesitó 12 años para demostrar su incapacidad de gobernar bien y creo que no necesitábamos los 6 años de Calderón, para terminar tan cansados de ellos. Algo que al PRI le tomó 70 años.
No hubo esta vez una alternancia, porque de seguir la lógica, sería la izquierda la que debería haber ganado, esa izquierda que tanto impulsó la democratización del país, pero que ahora no logró quitase de encima esa imagen de populismo barato combinado con intolerancia.
Era Marcelo Ebrad, señor López Obrador, y la decisión de no haberlo postulado a él le costó a su partido y a muchísimos mexicanos lo que hoy viven.
Ganó pues, Enrique Peña Nieto, pero creo que los mejores cambios no vienen de los partidos políticos, hasta hoy así lo han demostrado, vienen de los ciudadanos y debe ser el próximo sexenio donde el ciudadano deba demostrar su peso en la toma de decisiones del gobierno.
El mexicano ha demostrado que sabe aceptar lo que las mayorías deciden, ahora sólo le queda a Peña Nieto cumplir con lo que prometió.