Noé Ortiz
La discusión en torno a la reforma educativa sigue vigente en la agenda pública, a pesar de ser una discusión sin sentido ni contenido que parte de la ignorancia y de la pasión. En diferentes espacios, como foros y redes sociales, me ha tocado presenciar y participar en discusiones sobre el tema, que parece estar polarizando, otra vez, a la opinión pública.
Sin embargo, me sorprende encontrar un hecho constante: la gente alega sobre la Reforma Educativa desconociendo el texto de dicha reforma, es decir, la discusión se desarrolla en torno a todo lo que no tiene que ver con la modificación legal que sufre el artículo 3º y 73º Constitucional (para quien no la conozca les dejo el enlace y la puedan consultar, http://www.presidencia.gob.mx/wp-content/uploads/2013/02/Reforma-Educativa.pdf) y se centra sólo en los panfletos, pancartas y cartulinas de los maestros.
La famosa reforma modifica sólo 4 fracciones y adiciona una de los artículos mencionados, y ninguna contempla los diabólicos hechos que los maestros han difundido, como la privatización de la educación, la pérdida de su calidad o la extranjerización de su contenido, (la verdad es que tampoco contempla ninguna de las virtudes que pregona la presidencia).
De hecho, ninguna de las fracciones reformadas tiene que ver con educación, sino con relaciones obrero-patronales, es decir, la manera en la que la federación intenta recuperar y administrar para sí, y obtener los dividendos políticos ansiados, el control de un sindicato de las manos de quienes lo han lucrado para su propio beneficio.
A final de cuentas, no se trata sino del pleito de unos necios que quieren arrebatar a otros necios su nicho de poder, pero ambos grupos se justifican en la educación para poder tomar de rehén a la sociedad y legitimar el profundo daño que están haciendo a los estudiantes, que son quienes menos importan en esta lucha de poderes.
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