Sea hombrecito
Noé Ortiz
“Sea hombrecito”, es el consejo (ya casi en desuso, pero subsistente) dado a un niño (masculino), que sufre violencia de sus compañeros, para a continuación instruirlo sobre cómo golpear e insultar más fuerte, para “enseñarle quién manda”, es decir, demostrar que se es más macho (porque aparte se le exige no llorar).
Sólo en este contexto entiendo los exabruptos contra Donald Trump, sobre todo aquellos que tienen una carga de odio, insulto o deseos de su muerte: no se trata de demostrar la sinrazón de su racismo violento, sino de demostrarle que somos más machos y “no nos vamos a dejar”.
¿De qué otra manera se entendería que el siempre odiado Carlos Slim se convierta ahora en héroe, por declararse empleador del norteamericano?, porque hasta en el ideario popular, el patrón es un ser abusivo y explotador, pero que hoy se le perdona por dirigir su violencia contra el gringo.
Y aunque Trump gana publicidad gratis, llegando incluso a aquellos sectores de inmigrantes legales que están en contra de la llegada de más inmigrantes, es decir, llega a los que votan ejerciendo discriminación sobre los que no, se pierde la oportunidad de discutir el tema desde la razón, pues incluso figuras de opinión pública como el periodista Jorge Ramos apostó por el protagonismo personal por sobre la discusión de ideas.
La carga financiera que representan los inmigrantes ilegales al erario público, el valor de su mano de obra en el mercado, el abaratamiento del mercado laboral por la contratación de ilegales, el derecho al acceso a los servicios de salud o educación, son algunos de los temas que se soslayan por demostrar quién es más bravucón.
Finalmente, creo que proferir insultos es mostrar la más grave frustración ante la falta de argumentos, y demuestra la total incapacidad del emisor por sostener un razonamiento, por muy pobre o valioso que sea. Menos machos, más inteligencia.