Fuera Peña Nieto
Noé Ortiz
Mediante correos electrónicos y mensajes, algunos lectores me preguntan si en PAPALOTE ESTAMOS COMO ESTAMOS de la semana pasada, quiero decir que estoy de acuerdo con el aumento a la gasolina y con el rumbo que lleva nuestro país, o que estoy eximiendo de toda responsabilidad al gobierno.
Por supuesto que no. La opinión va en el sentido de que, si bien es cierto que el rumbo lo perdimos hace mucho tiempo (si es que alguna vez lo tuvimos), en este extravío no hemos sabido ser la sociedad civil que requerimos para enderezarlo, al punto que hoy no sólo nos veo alejados de encontrar un camino, sino incapaces de encontrar puntos comunes a partir de dónde construir soluciones.
El enojo y la frustración ha radicalizado el discurso público, a la vez que las posiciones están pulverizadas en grupos ruidosos que no van a aceptar una propuesta diferente a la suya, y pareciera que están dispuestos a llevarla hasta las últimas consecuencias… pareciera, porque en la práctica la única satisfacción aparente es que su lona o cartulina aparezca en las noticias (esas que a la vez acusan de vendidas y mentirosas) o se conviertan en un meme viral.
¡Fuera Peña Nieto!, ¿es seria una propuesta que implica que la salida del titular del ejecutivo va a resolver por sí misma los problemas que tenemos? ¿A sabiendas de que hacerla efectiva implicaría, o un largo y tortuoso proceso de juicio político de cuyo trámite se generaría inestabilidad y, sí, mayor ineficacia; o por medio de una destitución ilegal? ¿A sabiendas de que en cualquier caso su salida implicaría un gasto millonario para nuevas elecciones y tener un presidente que durará menos de 2 años en el poder?
Lo más significativo de nuestro estoicismo social, es que el grito de ¡Fuera Peña Nieto!, bien sea bajo la exigencia de su renuncia o la amenaza del golpe de estado, es viejo y desgastado: desde que tengo noción de la política, con Miguel de la Madrid después del terremoto del 85 (aunque estoy seguro de que lo podemos encontrar desde la elección de Ávila Camacho) , se lo han gritado a todos los presidentes: grito estéril que no abona, que no provoca cambios, que no evoluciona y no ofrece soluciones.
Insisto, las cosas van a cambiar cuando cambiemos como sociedad, porque la política, la economía, la educación y la cultura son el reflejo y la consecuencia de lo que todos nosotros construimos o destruimos.