#Panamapapers
Noé Ortiz
A apenas 2 días de #Panamapapers me animo a hacer unas primeras consideraciones, empezando por la sensación de que, a pesar de ser un tema de trascendencia por sus implicaciones, al menos en México, quedará reducido a los medios que publican en internet y que, por lo tanto, tienen un alcance limitado.
Y no tanto porque haya un “gran complot del sistema”, sino porque el interés del público se lo llevan las noticias trágicas (la señora a la que le cayó el letrero) o dramáticas, y si se tratan de corrupción, sólo importan si llevan el nombre de Peña Nieto o López Obrador incluidas.
Por otra parte está la globalización, a la cual debemos dejar ya de ver como “una tendencia que ofrece nuevas oportunidades”, eso fue quizá hace 20 años, cuando era un elemento de la economía, pero que hoy por hoy es la única realidad en la que nos movemos.
Más aún, la globalización, lejos de borrar las identidades nacionales e individuales, dibuja una nueva identidad social en la que, por ejemplo, el argentino Leonardo Messi, el islandés Sigmundur D. Gunnalagusson y el mexicano Caro Quintero pertenecen a la misma categoría.
Pero la globalización también modifica la manera de hacer las cosas, como por ejemplo el periodismo, y aunque no creo que estas investigaciones sean el futuro del oficio, sí demuestran que las ideas aún no se agotan: demuestra que tendrá que haber maneras diferentes de fiscalizar, de tasar y de sancionar a los incumplidos, por ejemplo, o revalorar los aspectos morales de la elusión frente a la evasión.
#Panamapapers delinea una realidad global: la corrupción no tiene denominación de origen ni pertenece a un grupo social determinado, y que no importa en qué parte del mundo vivamos, las diferencias culturales no nos hacen tan diferentes como quisiéramos creer.
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