Alma Judith Bravo
Los buenos marineros lo saben: cuando el barco se hunde, las primeras en salir son las ratas. En el caso del navío perredista, Alejandro Encinas, Dolores Padierna y su esposo, René Bejarano, así como el promotor local del obradorismo y morenismo, Fidel Calderón Torreblanca, han demostrado con firmeza esta teoría marinera. No solo es el cobarde abandono del buque mientras tambalea a la deriva, es también un abierto llamado al motín a bordo para fustigar al capitán del navío, en este caso, el gobernador Silvano.
En una reciente visita a Michoacán, estos grises personajes que fungen como violento ariete para la causa del tabasqueño, vinieron a confirmar que el enemigo no es el PRI o el PAN, sino los mismos que se hacen llamar izquierdistas.
El argumento para hostigar al gobernador Silvano por parte del exjefe capitalino y hoy senador, Alejandro Encinas, es pobre: dice no estar de acuerdo con el acercamiento que se ha mantenido con el gobierno federal, como si los gobiernos de izquierda fueran una suerte de ínsula independiente que no requiere de la chequera federal.
Dice no estar de acuerdo con las recientes alianzas con el PAN, y que dicho sea de paso, mantienen a flote al PRD pero, sí está a favor de alianzas con personajes como Manuel Bartlett; sí, el siniestro político que personifica el fraude del 88 y hoy se ostenta como senador del PT… e incondicional aliado obradorista.
Dolores Padierna y su infame esposo, René Bejarano, que se hiciera famoso por las grotescas imágenes en las que se le ve embolsarse gruesos fajos de billetes a manera de sobornos, son otra fina carta de presentación para AMLO.
Lo cierto es que a esta facción aún perredista, les urge la desintegración amarilla. No desean la más mínima sombra para su mesías. Es el todo o nada. Es el sometimiento incondicional del gobernador Silvano y su apoyo total para la autodenominada izquierda.
Más en lo local, otro perredista que ahora hace pública su renuncia, y seguramente su próxima incorporación a MORENA, es el regidor moreliano Osvaldo Ruiz, antiguo soñador con tintes comunistoides que hoy ve la oportuna salida con un texto –plagado de problemas de sintaxis- en el que justifica su abandono de las filas del PRD.
Desconozco ese terco y necio afán de hacerse llamar de “izquierda”, de ese grupúsculo faccioso que piensa que el dinero aparece automáticamente en las arcas públicas como recurso inagotable. Que las talegas del dinero estarán rebosantes cuando se necesite, que los enemigos del pueblo son los empresarios.
Pero la mal llamada izquierda ostenta una maldición cual enfermedad crónica exclusiva de su calaña: son en extremo ávidos dependientes de la guía de un mesiánico pastor. Pero los pastores no son eternos, así lo demostró Cuauhtémoc Cárdenas, que luego de perder la supremacía y liderazgo del sol azteca, vio en su partido, el PRD, un declive que hoy los lleva a la extinción.
AMLO tampoco será eterno y la lucha de grupúsculos a manera de salvajes tribus volverán a repetir el mísero ciclo que les maldice: confrontarse hasta corroer y desgastar nuevamente el proyecto que hoy es MORENA.
La cabra tira al monte.
En el pecado llevarán la penitencia.